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la chika bataka

Fotogenia

Fotogeniaà

La idea de "fotogenia" era el concepto que tenían los franceses de la vanguardia cinematográfica de la década del 20 para definir aquello que hacía al cine un arte autónomo (en sus tempranos balbuceos, al cine se lo había situado bajo el servil fraternazgo -como un hermanito mestizo venido a menos- de otras artes "consagradas" por zzzzsiglos de apolillada tradición burguesa, como el teatro o la literatura). Etequé, de este modo, Louis Delluc (realizador y teórico francés, uno de los primeros pilares de aquella cinematografía que comenzaba a arañar inquietudes de arte) ensaya la noción de "fotogenia" (no en el sentido en el que nosotros lo usamos comúnmente: "la propiedad de ciertos individuos de salir bien en las fotos" -no sólo la definición es errónea, sino que estaría aplicada excluyentemente a la fotografía): "fotogenia" es aquella propiedad que tiene el cine de despertar la belleza interior de los seres y objetos; Jean Epstein (otro teórico de la escuela francesa) afirmaba que -y cito textualmente- "yo denominaría fotogénico a cualquier aspecto de las cosas de los seres y las almas que aumenta su calidad moral (es revalorizado) a través de la reproducción cinematográfica".
Fotogenia es aquella propiedad que sólo posee el cine de desenterrar belleza sobrenatural en objetos y seres que son desapercibidos por la pasada de revista cotidiana de nuestra mirada de todos los días (¿cuántas veces nos hemos sorprendido con el increíble y pasmoso potencial de belleza impresionada, exhibida sin pudor, de una tuerca, una nariz geométrica, un suspiro de vapor... por mencionar boludeces pueriles, de todos los días, que a través de la alquimia cinematográfica pasan por objetos inexplicablemente hermosos y fascinantes?). Extraño embrujo el de la cinematografía, el de desenterrar cosas de la más intrascendente cotidianeidad y atribuirles la más perfecta vida y belleza... Hay rostros terriblemente fotogénicos hasta decir basta: se me ocurre en este momento, la
carita de Odile (Anna Karina en "A Bande Apart" de Godard) retratada en un cerradísimo primer plano, aleteando sus pestañas como mariposas y esbozando una sonrisa tímida y vaporosa de pudor (tanta es la fragilidad de su sonrisa que en ese momento todo el auditorio contiene el aliento, no sea cosa de que un desliz de aire pueda llegar a perturbar el inocente gesto que asoma casi develándose, temeroso). Después hay objetos que potenciados por la lupa cinematográfica pueden convidarnos con la más cautivadora de las revelaciones: se me ocurre la transformación del cubito de azúcar de aquella escena de "Bleu" de Kieslowski. Un ente dotado del hechizo más fotogénico es la mortífera medusa roja de "Bright Future" (de Kiyoshi Kurosawa), que más allá de ser hermosa por sí misma, su belleza es realzada por la mortaja monocromática que la rodea, siendo ella la única cosa brillante que destaca de toda la película.

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